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FAUSTO: Y así Fausto ya lo ha hecho, y sostiene este principio: No hay otro señor que Belcebú, a quien Fausto se entrega. La palabra condenación no le asusta, porque el infierno y Eliseo son para él una misma cosa. ¡Que su fantasma camine con los antiguos filósofos! Pero dejando tales vanas pequeñeces como las almas humanas a un lado, dime, quién es ese Lucifer, vuestro señor?
MEFISTÓFELES: Es el señor supremo y gobernador de todos los espíritus.
FAUSTO: ¿No fue ángel aquel mismo Lucifer?
MEFISTÓFELES: Sí, Fausto, el más querido de Dios.
FAUSTO: Entonces, ¿cómo se convirtió en príncipe de demonios?
MEFISTÓFELES: Ah, fue por orgullo ambicioso e insolencia, por lo que Dios lo arrojó del cielo.
FAUSTO: Y, ¿qué sois vos, que vivís con Lucifer?
MEFISTÓFELES: Desdichados espíritus que caímos con Lucifer, conspiramos contra nuestro Señor con Lucifer y estamos condenados para siempre con Lucifer.
FAUSTO: ¿Dónde estáis condenado?
MEFISTÓFELES: En el infierno.
FAUSTO: ¿Pues cómo es que estáis fuera del infierno?
MEFISTÓFELES: Pero si esto es el infierno, y no he salido de él. ¿Pensáis vos que yo, que he visto la faz de Dios y he saboreado las dichas eternas del cielo no sufro un tormento de diez mil infiernos al serme negada la felicidad eterna? Oh Fausto, olvídate de estas pretensiones frívolas que llenan de terror mi alma desfallecida
FAUSTO: ¿Qué es esto? ¿El gran Mefistófeles sufre tanto al ser privado de las dichas del cielo? Aprended del poder de Fausto y sed un hombre, reíos de esas alegrías que nunca poseeréis. Id, llevad estas nuevas al gran Lucifer: Dado que Fausto ha incurrido en la muerte eterna con pensamientos desconfiados contra el Júpiter divino, decidle que le entrega su alma para que le perdone la vida por veinticuatro años, permitiendo que viva con toda voluptuosidad, contando siempre con vos como sirviente, para darme todo lo que os pida, y responder a cualquier cosa que exija, para dar la muerte a mis enemigos y ayudar a mis amigos, y ser siempre obediente a mi voluntad. Id, volved al poderoso Lucifer, y venid a mi estudio esta medianoche, para darme fe de lo que piensa vuestro señor.
MEFISTÓFELES: Así lo haré, Fausto.
(Sale)
FAUSTO: Si tuviera yo tantas almas como hay estrellas, las daría todas por Mefistófeles. Con él seré un gran emperador del mundo, para construir un puente en el mismo aire movedizo, y cruzar los océanos con un ejército. Juntaré los montes que bordean la costa africana para hacer de esta tierra y España un solo continente, ambos tributarios de mi corona. Ni el emperador vivirá si no es con mi venia, ni cualquier potentado de Alemania. Ahora que he conseguido lo que deseo, viviré en el estudio de estas artes hasta que vuelva Mefistófeles.
(Sale)
C. Marlowe: La trágica historia del doctor Fausto. Acto I, escena 3.
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